En la entrevista que mantuvimos con el autor en el pasado Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda nos desvela algunos de los secretos de su novela y muchas curiosidades sobre esta guerra que el lector común no conocerá y que le ha llevado al escritor madrileño a hacer una minuciosa labor de investigación.
Al recibir el premio Certamen Letras del Mediterráneo se comprometió a escribir una novela histórica centrada en la provincia de Castellón. ¿Por qué eligió el siglo XIX para ubicar su “Bandera negra”
En efecto, el premio lleva aparejada la obligación de escribir una novela, en mi caso histórica, ambientada en Castellón. Yo ya conocía esa anécdota totalmente olvidada de las luchas marítimas entre carlistas y liberales en la I guerra carlista. Así que en realidad el certamen fue un regalo doble: por un lado el premio en sí, que es todo un reconocimiento a la labor de años como escritor de narrativa histórica, y por el otro la oportunidad única de narrar una aventura marítima de piratas con un sabor más clásico que uno pueda desear.
La historia de España del XIX está bastante olvidada y minusvalorada. En su opinión, ¿por qué ocurre tal cosa?
Es algo que a poco que uno lea sobre el siglo XIX llama la atención, sí. En mis tiempos en la escuela el XIX se presentaba como una época caótica llena de conflictos internos, levantamientos y golpes de Estado. Fue eso, es cierto, y la inestabilidad interna impidió un desarrollo como el que tuvieron otros países europeos. Pero el XIX fue mucho más: junto con un caos político floreció una brillantez de pensamiento en todos los órdenes que ha sido enviada a las sombras por las épocas posteriores. Creo que el olvido del XIX se debe a varios factores y en mi modesta opinión uno de ellos es justamente las guerras carlistas que marcaron todo el siglo. Los carlistas estuvieron bien arraigados en la sociedad española hasta entrados los años 70 del pasado siglo y eso sin duda marcó que no se tuviera muchas ganas de hablar sobre algo que en el fondo seguía presente en la sociedad.
La novela se centra en 2837, en plena Primera Guerra Carlista o Civil, según que fuentes consultemos. ¿Qué le llamó más la atención de dicha guerra?
La novela inicialmente iba sobre esas luchas entre piratas carlistas de las costas de Tarragona y los corsarios liberales de la zona de Castellón que ya hemos mencionado. Pero estos combates se enmarcaron dentro de toda la Guerra Civil —pues así fue llamada hasta que hubo otra guerra carlista y entonces se la renombró— y fue inevitable verse atrapado por esa contienda tremenda que a juicio de algunos entre los que me incluyo fue el verdadero comienzo de una guerra civil sin acabar que dura ya casi 200 años y en la que se ha alternado períodos de tregua y períodos de choque armado entre dos formas irreconciliables de ver la sociedad.
La I guerra carlista estuvo llena de sucesos tremendos y de personajes más fabulosos de los que podría imaginar cualquier escritor, fue larga y costó más de 200.000 muertos sólo entre los combatientes, en un país que tendría veinte millones de habitantes… Leer sobre esa guerra ahora olvidada es verse atrapado en una vorágine que no puedes abandonar.
¿Sufrimos, en la actualidad, las consecuencias de las guerras carlistas?
Por supuesto que sí. Como he dicho antes, la I Guerra Carlista abrió una era de conflicto civil en la que todavía vivimos inmersos. España ya había sufrido guerras civiles como por ejemplo la Guerra de Sucesión. Pero en la I Guerra Carlista chocaron dos cosmovisiones irreconciliables que se enfrentaron durante años por las armas y que, recombinando bandos y reajustando ideologías, seguirían enfrentándose en las décadas siguientes, como aún siguen haciéndolo en el fondo.
¿Las dos facciones, liberales y carlistas, se siguen manteniendo en nuestro país?
Como tales no. Pero se perpetuarían en lo que aquí se llama las dos Españas. Cuando hablo de un conflicto civil de 200 años no es entre facciones inmutables. De hecho, los liberales que a comienzos del siglo XIX combatían a los absolutistas para alcanzar su cuota de poder luego se alinearía en buena medida con sus antiguos enemigos absolutistas, reciclados a su vez en conservadores, para enfrentarse a los emergentes movimientos de izquierda surgidos de la industrialización y el crecimiento de las ciudades.
Por eso decía que durante 200 años han existido dos bandos pero que los integrantes de cada uno de ellos han ido cambiando así como las ideologías que los sustenta. Pero siempre queda el elemento inamovible de dos bandos con cosmovisiones antagónicas que no parecen ser capaces ni siquiera de poder crear un terreno común. Porque al fin y al cabo es eso último lo que crea el conflicto civil. Diferentes ópticas siempre habrá, pero existen grandes temas en los que, en otros países, diferentes ideologías se han puesto de acuerdo. La educación es el ejemplo perfecto de ello.
En Bandera negra, vemos por una parte a los corsarios liberales y, por otra, a los piratas carlistas. ¿Nos puede explicar las diferencias de ambos bandos?
Se han olvidado algunas de las viejas definiciones marítimas y con eso una vez más hemos perdido parte de nuestra fabulosa historia. Un pirata es alguien que de manera ilegal asalta naves: es un bandido de los mares. Los corsarios -que ahora la gente cree que son sinónimo de piratas- eran una especie de externalización de la guerra. Eran empresarios privados que armaban barcos, compraban un permiso y se lanzaban a atacar a los buques mercantes de aquellos países que estaban en guerra con su nación. Actuaban de manera legal y reglada y, en el caso de España, fueron fundamentales para mantener un imperio enorme que por sí solo las flotas militares no podían defender.
Por supuesto que los piratas carlistas se consideraban a ellos mismos corsarios o incluso armada. Pero para las autoridades gubernamentales eran piratas. A los corsarios liberales en realidad los defino así tomándome una licencia. Eran buques armados de su bolsillo por los miembros de las milicias nacionales de algunas poblaciones costeras de Castellón, como Vinaroz, para combatir la piratería de los carlistas.
¿Qué tenía de especial las costas de Castellón para que ambas facciones quisiesen tenerlas bajo su control?
La lucha por el control de las poblaciones costeras de Castellón tuvo lugar más bien por tierra. La I Guerra Carlista fue un conflicto a todos los niveles y eso se vio muy claro en las zonas de influencia de cada bando. Poblaciones costeras como Vinaroz, Benicarlo o Burriana eran pujantes y comerciales, y estaban decididamente del lado liberal, lo que les llevó a sufrir repetidos asaltos por tierra de los carlistas.
La lucha por mar fue de tipo estratégico. La mayor parte de la flota española liberal estaba en el Cantábrico bloqueando los puertos vascos. Sólo había dos buques de guerra en el Mediterráneo y estaban protegiendo las aguas de Barcelona, por lo que el resto estaba desprotegido. Los carlistas aprovecharon tal circunstancia para armar barcas de bou y atacar a las barcas valencianas que llevan suministros y bienes a Barcelona. La cosa se puso tan fea que tenían que navegar en convoyes escoltados. Fue en esa situación cuando las milicias nacionales de la provincia de Castellón empezaron a armar a su vez faluchos, para combatir a los piratas y evitar que cerrase en las líneas comerciales.
¿Le han servido sus años como marino mercante para la narración de su novela?
Desde luego, qué duda cabe. Estar familiarizado con ciertas situaciones, así con terminologías y formas de pensar, ayudan a construir una novela así. No negaré que ciertos personajes y ciertas reacciones están inspirados en personas y situaciones que conocí.
"Nuestra maldición es que habiéndose vivido tantos episodios prodigiosos en nuestra historia hayan caído en el olvido"
¿Quedan todavía episodios de nuestra historia por narrar?
Por supuesto. Esa es nuestra maldición y nuestra bendición. Nuestra maldición es que habiéndose vivido tantos episodios prodigiosos en nuestra historia hayan caído en el olvido y el desprecio seudoacadémico de décadas hacia la narrativa histórica impidió que se desarrollase una literatura de este tipo en las mismas fechas que lo hizo en países como Francia, Inglaterra o Alemania. Es la bendición de los novelistas históricos como yo porque todavía podemos exhumar esos episodios fabulosos para narrar por primera vez en forma de novela avatares inspirados en los mismos.
Sus personajes suelen ser personas aventureras o visionarias. En el siglo XIX, ¿quedaban personas de esas características?
En el siglo XIX no es que quedasen personas así. Es que estuvo lleno de ellas. Por las páginas de mi libro desfilan muchos personajes reales a los que podríamos considerar como de una de esas dos categorías sino de las dos a la vez. Y no sólo rebeldes, revolucionarios o viajeros. Ahí por ejemplo está el personaje de José Bonaplata que fue el primero que montó un telar a vapor en España, en Barcelona en concreto, poniendo mucho empeño y al que una turba se lo destruyó porque pensaban que quitaba trabajo. También esos eran aventureros y visionarios también tuvieron que enfrentarse a una sociedad llena de elementos cerriles.
¿Cómo definiría a su protagonista Juan Miralles?
Juan Miralles es ya un personaje crepuscular en la novela. Es un antiguo corsario en un momento en que ya el corso ha pasado sus días de gloria. Es también, como los de su generación, un hijo del movimiento llamado Ilustración que justo en esa época evolucionaba para dar paso a otras formas de pensamiento y que también sufría los embates del romanticismo, que no dejaba de ser, en buena medida, una reacción de corte sentimental contra el Racionalismo.
Juan Miralles es la encarnación de un tipo de revolucionario español del XIX: aventurero, emocional, arrojado. Eran gente dispuestas a dejarlo todo, a jugarse la piel por derrocar a los poderes absolutistas y abrir paso a una España nueva, libre de tiranías y supersticiones.
En la novela nos encontramos con el personaje Pablo Iglesias. ¿Qué le hizo fijarse en él?
Pablo Iglesias es otro personaje al que se puede aplicar todo lo dicho más arriba. Uno de tantos olvidados por la historia, aunque ahora parece que va apareciendo alguna mención a su figura, fue concejal de Madrid y capitán de la milicia nacional de esta ciudad. En calidad de tal participó en la gloriosa jornada del 7 de julio de 1822, en la que los milicianos nacionales indicio del golpe de Estado de la Guardia Real de Fernando VII. Más tarde custodió los restos de los héroes del 2 de mayo cuando los exhumaron y se los llevaron a Sevilla para evitar que fueran profanados por los franceses del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis invadió España en 1823. Ahí hay otra historia romántica y fabulosa digna de ser narrada.
Y más tarde capitaneó la «Expedición de los Coloraos» que desembarcó en las costas de Almería con la intención de iniciar un levantamiento general que acabase con el régimen absolutista de Fernando VII. Esta expedición como la de Torrijos y otras varias tuvo mal fin y Pablo Iglesias fue ajusticiado en Madrid. Es el ejemplo perfecto de soñador y aventurero de esa época única que fue el siglo XIX español.
"Me inspiro en las series de televisión en la forma de escribir mis novelas"
La novela está estructurada en capítulo cortos. ¿Le gusta utilizar técnicas de thrillers en sus obras?
Más bien me inspiro en las series de televisión. Eso de que la literatura es universal e inmutable es una tontería. Ha venido cambiando a lo largo de los siglos y seguirá cambiando. Y ahora por una serie de circunstancias entre las que Internet es uno de los grandes factores, el cerebro de parte de los consumidores de cultura (llamémoslos así) está cambiando. Es un hecho objetivo que se ha medido y es objeto de estudio. Y uno de tales cambios es que parece ser que la atención de cada vez se fija en algo durante menos tiempo. De ahí que todo tienda a ser más breve y, en el caso de la literatura, vamos a capítulos más cortos frente a aquellos capítulos interminables de la literatura decimonónica.
Acaba de reeditar su novela “La Boca del Nilo”. ¿Era este el momento adecuado para hacerlo?
Siempre es momento adecuado para los libros. Y la reedición de la boca del Nilo se enmarca dentro de un proyecto para poner a disposición del público libros que ha seguido su ciclo comercial y que por tanto han salido de la mayor parte de las librerías. La tecnología en la actualidad permite hacer tiradas cortas y a través de librerías especializadas y las plataformas de Internet poner a disposición del público perpetuamente estas obras y no condenarlas ser algún ejemplar antiguo y codiciado en las librerías de viejo.
Eso es parte de un proyecto editorial más amplio ¿no? Por favor, explíquenos un poco su proyecto.
Kokapeli Ediciones es un proyecto que lleva ya en marcha casi cinco años. Podríamos considerarlo un «laboratorio de edición». Hemos experimentado con nuevas fórmulas, como hicimos con el poemario Protagonistas, de Regina Salcedo, en el que introdujimos códigos QR que permiten oír a la poeta recitar su poema mientras lo leemos, dando otra dimensión a esa lectura. Es un ejemplo.
Ahora, en efecto, nos hemos embarcado en el proyecto que mencionábamos antes: volver a poner en el mercado, mediante tiradas pequeñas, libros que las reglas del mercado han sacado de las librerías. Estamos iniciando con una línea de narrativa histórica y otra de thriller y misterio, y tenemos intención de hacerlo en el futuro con fantástica.
El motivo de comenzar por mi novela la boca del Nilo, aparte de que es un libro que siempre funcionó muy bien, es —y esto no sorprenderá a nadie del mundillo— que al ser yo autor y a la vez socio hemos decidido empezar así para hacer los necesarios ajustes de producción y distribución, propios de cuando se comienza una aventura editorial. Es mejor asumir los riesgos del comienzo uno mismo (si puede, como es el caso) que someter a un autor externo a los inevitables desajustes de los comienzos.
¿Cree que hay espacio para editoriales independientes en el mercado actual?
Por supuesto que lo hay. Siempre lo hubo. Lo que ocurre es que aquí hay gente que dice ser editor independiente y en el fondo son alucinados que fantasean con ser como Planeta con 10.000 €.
Siempre habrá hueco para editoriales alternativa por una razón muy sencilla: porque hay nichos que las editoriales no pueden cubrir porque no les son rentables. En cambio, una editorial independiente, una microeditorial, una nanoeditorial, pueden llenar esos huecos.
Lo que es de lamentar es que, junto a editores alternativos de verdad, nos encontramos a otros que se escudan tras ese letrero para pagar saltarse todas las reglas, editar mal, no querer pagar portadas, maquetaciones ni correcciones y, por supuesto, ofrecer a los autores unas condiciones bastante peores de las habituales.
En esto de la edición alternativa conviene separar el polvo de la paja o, si se quiere y para volver al primer tema, a los piratas de los corsarios.
Puedes comprar el libro en:
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